amor constante más allá de la muerte

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora su afán ansioso lisonjera;
 
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
 
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido:
 
su cuerpo dejará no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
 
Francisco de Quevedo

ecos de narciso

agua
hoy se me pesaba más el sol
 
recuerdo que anoche fui feliz
pero se me fugó la isla y mi risa
no era más que un recuerdo
de otras risas que frías desde mármol
casi miraban
 
creo que anoche fui feliz
pero bailando entre sombras creo
era su sonrisa quien vacilaba
y esta luz que de su estatua iluminando
me obliga a cerrar los ojos
 
imagino que un día fui feliz
pero este hoy que se me viene arriba
me ensombrece su acuoso reflejo
y la risa, que en esta noche de ensueño en pleamar
fugó sin alas
 
Alice Mar
 

hay un morir

No me lleves a sombras de la muerte
Adonde se hará sombra mi vida,
Donde sólo se vive el haber sido.
No quiero el vivir del recuerdo.
Dame otros días como éstos de la vida.
Oh no tan pronto hagas
De mí un ausente
Y el ausente de mí.
¡Que no te lleves mi Hoy!
Quisiera estarme todavía en mí.
 
Hay un morir si de unos ojos
Se voltea la mirada de amor
Y queda sólo el mirar del vivir.
Es el mirar de sombras de la Muerte.
No es muerte la libadora de mejillas,
Esto es Muerte. Olvido en ojos mirantes.
 
Macedonio Fernández
 

cursi

tren
«te quiero», me dijo y enganchó el teléfono. ya en esos días, pasados los meses
de turbación que se siguieron al final, parecía que otra cosa quería empezar.
éramos amigos. creo, que éramos amigos. pero estas dos palabras, dichas de
manera tan espontánea y tan repentina, resonaban en mi cabeza haciendo
folículos en la memoria. si no hubiéramos dicho tanto, si no hubiéramos
inventado tanto. si no nos hubiéramos apresurado. un gruño de ojo y lo veo irse,
tan rápido como vino. «te quiero», me dijo.

 

¿éramos amigos realmente? sosteníamos conversiones ocasionales por el
teléfono. el tono casi siempre alegre escondía los últimos vestigios de
resentimiento. hablábamos de cositas varias y sin importancia. trabajo,
amorcillos. pero a veces tenía esa impresión de que de hecho no se había ido
todavía. se recusaba a irse. a pesar suyo, a pesar mío. «te quiero», y de pronto se
me vino arriba todo un torbellino de imágenes en las que su risa bailada
erráticamente.

 

poco antes, en el teléfono, me había dicho que yo era una mujer preciosa. yo,
una mujer. y preciosa. me río anacrónicamente. lo había llamado la noche
anterior. estaba triste y pensaba que su voz de metal podría cortar mi
melancolía. no contestó. lo imaginé deambulando por las calles de nueva york,
recostándose en otro lecho. ron y cocaína. le dejé un mensaje. y de pronto me
despierta el teléfono. me llama y me dice que me quiere. que no te deprimas,
que ya nos vamos a ver. que te echo de menos. creía que éramos amigos.

 

«te quiero», me dijo. y enganchó el teléfono. ya llegaba el tren. se iba. pero estas
dos palabras traspasaron mi garganta como una lámina. no se fue, no se ha ido
todavía. y sin embargo estoy sola.
 
Alice Mar

entre irse y quedarse

Entre irse y quedarse duda el día,
enamorado de su transparencia.
 
La tarde circular es ya bahía:
en su quieto vaivén se mece el mundo.
 
Todo es visible y todo es elusivo,
todo está cerca y todo es intocable.
 
Los papeles, el libro, el vaso, el lápiz
reposan a la sombra de sus nombres.
 
Latir del tiempo que en mi sien repite
la misma terca sílaba de sangre.
 
La luz hace del muro indiferente
un espectral teatro de reflejos.
 
En el centro de un ojo me descubro;
no me mira, me miro en su mirada.
 
Se disipa el instante. Sin moverme,
yo me quedo y me voy: soy una pausa.
 
Octavio Paz

lluvia

lluvia
lluvia. en esos días se desbaratan los colores, como calles que ya no caminan. el
tiempo revienta por los ojos abultados de nubes. agua afuera, agua adentro.
crujir de párpados secos.
 
no hay caminar. los dedos, paralizados. es que con los colores también se
desbaratan los relatos. se desrelatan las calles. se descallejean las imágenes. me
disuelvo en torrentes de citas, sorbiendo las palabras. tragándome el hastío.
hastío que también me sé. porque en esos días, inmóviles, irrefutables, abulta
el silencio. silencio saturado de sombras, agua retenida en calles recubiertas de
piedrecitas que se hacen cada vez más gris. cabellos que se me enredan en el
cuello como piedras (más piedras) en la garganta. párpados secos. y afuera,
tanta lluvia. tanta lluvia que ya ni te sé.
 
no, no hay caminar. sólo hay agua. agua afuera, agua adentro. relatos
deshilachados. y una copa vaciada de aliento.
 
Alice Mar
 

carrera del saltamontes y la tortuga

los deseos como las hojas pisadas crujen
bajo pies escapados.
 
¿atrapará los pasos de la tortuga?
 
humo de hojas, deseos atosigados
ahora es el saltamontes que se siente acosado.
la tortuga pasa con su paso lento
cerrando los párpados,
mientras el saltamontes asustado se esconde.
 
la tortuga dice que se cansa y dice que se cuece
y dice que aborrece.
el saltamontes escucha callado.
es que no hay espacio para la brincadera del saltamontes
en la carrera de la tortuga,
que entre tanto salto pisa duro, que de tanta prisa
siempre le adelanta los pasos.
 
el saltamontes cruje como deseos
bajo pasos atortugados
 
                                                                                 saltamontes pisado
                                                           saltamontes lastimado
                                   saltamontes crujiente
 
los días pasados son caparazones de tortugas.
 
Alice Mar
 

fronteras inútiles

1040352
un lugar
no digo un espacio
hablo de
qué
 
hablo de lo que no es
hablo de lo que conozco
 
no el tiempo
sólo todos los instantes
no el amor
no
no
 
un lugar de ausencia
un hilo de miserable unión
 
Alejandra Pizarnik